sábado, 1 de junio de 2019

Por qué las relaciones tóxicas son necesarias (en la literatura), pero el machismo aburre (siempre)

Que vivan los conflictos

Relaciones tóxicas en la literatura ha habido desde que hay literatura. Si no me crees, dime, ¿qué es eso que hubo entre Heathcliff y Catherine Earnshaw? Exacto, una relación súper tóxica que los hizo a todos muy infelices. Pero Cumbres borrascosas no solo es un clásico, sino que además engancha, y mucho.
Esto se debe a varias razones, según alcanzo a entender:
  1. Los personajes conflictivos son mucho más verosímiles que los personajes ideales. Y donde hay verosimilitud, hay empatía. Yo, al menos, tiendo a identificarme más con un personaje al que a veces le salen las cosas mal o se equivoca que con alguien perfecto.
  2. Póster de "La boda de mi mejor amigo", donde se rompe con el cliché de las relaciones tóxicas del género.
    Los personajes conflictivos dan mucho más juego a la hora de desarrollar una trama sorprendente.  Así, un personaje respetuoso y con un mínimo de sentido común jamás aparecerá el día de tu boda para reventarla (¡con todos los gastos que conllevan esos festejos, cielo santo!). Solo un personaje muy egoísta pasaría por alto tus sentimientos hacia el novio en favor de los suyos por ti.

El verdadero problema con las relaciones tóxicas en la literatura

Entonces, si no es la toxicidad de los personajes ni de sus relaciones, ¿qué es lo que hay en la literatura romántica juvenil de hoy que levanta tantas ampollas? ¿Por qué Crepúsculo o Cincuenta sombras de Grey me parecen tan reprochablemente cutres? ¿Qué es exactamente lo que apesta en After?
Pues bien, en mi opinión es por dos cosas:
  1. Su falta de originalidad y lo trasnochado de los ideales de los que parten. Si te fijas, la historia es exactamente la misma: ella siempre es una mojigata ingenua y sumisona y él un mamarracho controlador y posesivo que contrarresta sus estupideces derrochando dinero y justificándose en lo irracional y arrebatado de su amor. Si no caen en el «la maté porque la quería» es únicamente porque un asesinato no cuadra dentro el género romántico.
  2. Su final, que, contra toda lógica, suele ser feliz. Porque es obvio que la felicidad para las mujeres, según el discurso subyacente a estas obras, es casarse y tener bebés con una bestia transformada en príncipe mediante la magia de la paciencia y la absoluta obediencia femeninas.

Ejercicio de reescritura

No obstante, criticar sin ofrecer ninguna solución es como no haber dicho nada. Por eso, llegados a este punto, me parece necesario dar algunos consejos para romper con el patrón «chica virgen cae en las garras de malvado seductor y contra todo pronóstico acaban viviendo una maravillosa historia de amor». Se me ocurrieron tras escuchar el audiolibro de After (si queréis ver cómo los pongo en práctica podéis echarle un ojo a este relato mío en Wattpad). Ahí van:
  1. Intercambia los géneros de los protagonistas. Porque, fuera caretas, nosotras también podemos ser el agente tóxico. Igual que también ellos pueden ser sumisos. Por todas partes veo novelas donde los dominantes son los hombres, ¿qué tal si desempolvamos la figura de la dominatriz?
  2. Toma protagonistas que no sean heterosexuales o muestra relaciones que no sean binarias. En la comunidad LGTBI+ también existen historias de amor de esas que sería mejor olvidar. No digo que no existan libros protagonizados por este colectivo, pero sí que si hay una relación abusiva, será heterosexual. Por cierto, sobre novelas juveniles protagonizadas por personajes LGTBI+ os recomiendo este video:

  3. Da un final infeliz. Tampoco digo que sea algo tan apoteósico como don Juan siendo arrastrado a los infiernos por el Comendador. Pero que al menos no acaben comiendo perdices con arroz de color rosa en el pelo, por favor.

En conclusión

Tener personajes conflictivos o mostrar relaciones tóxicas no me parece el problema de la literatura romántica actual. De hecho, creo que eso es precisamente lo que ha convertido en auténticos fenómenos de ventas Crepúsculo, Cincuenta sombras de Grey o After. El problema reside en el enfoque machista que las domina, según el cual se normaliza e idealiza la violencia de género. Además, relega a lo anecdótico (cuando no a la nada más absoluta) la diversidad tanto de sexualidades como de modelos de feminidad y masculinidad. Y no hay nada más aburrido que la homogeneidad.
¿Os animáis vosotros también a hacer una reescritura de alguna de estas historias? ¿Se os ocurren más formas de mejorarlas?