Soy muy indecisa, tengo que admitirlo. Terroríficamente indecisa, a decir verdad; cualquiera que haya tenido la desgracia de ir conmigo a comprar casi cualquier cosa sabrá que no exagero. Por eso, cuando voy a alguna librería, suelo dejarme llevar por la opinión lectora de quien me esté atendiendo en ese momento. Así fue como descubrí al maravilloso Terry Prattchet, porque me apetecía leer algo de fantasía pero no tenía nada concreto en mente y había demasiadas opciones interesantes ante mí, de modo que le dejé al chaval de la chapita en el pecho que me vendiera lo que quisiera. Y acertó, ya lo creo que acertó (en serio, os recomiendo muchísimo su saga de las Novelas del Mundodisco).
También de este modo llegó a mis manos la novela distópica que pretendo comentar en esta reseña, Por último, el corazón, de la canadiense Margaret Atwood. Sí, la de El cuento de la criada, esa misma Margaret, aunque si aún así no os suena ni os hacéis una idea de su calibre literario, cito el siguiente párrafo de la contraportada:
"Dueña de una de las mentes más lúcidas del panorama literario actual, Margaret Atwood es no sólo una institución de las letras canadienses, sino también una figura relevante que se ha volcado en la promoción de la literatura y la protección del medioambiente. Esta novela se inscribe en el ámbito de la ficción especulativa, género en el que Atwood ha cosechado algunos de los mayores éxitos de su formidable bibliografía."
Compré esta novela en Navidad, como regalo para mí misma ya que ni a los reyes ni a Santa Claus les dio por fomentar mis vicios. Aunque, no obstante, sí que había entrado en el establecimiento buscando algo concreto. Quería comprar El cuento de la criada, pero se les había agotado, así que dejé a la librera seducirme con los títulos que a ella más le habían enamorado.
El libro que manejo, editado por Salamandra, es una tercera edición del 2018, aunque la primera en español se remonta al 2016 (en el original, en inglés, se publicó en el 2015). Y aunque es de tapa blanda, es un tomo considerablemente grande, y no lo digo sólo por sus más de 400 páginas. Me costó 20€ justos y, por cierto, lo voy a sortear en mi cuenta de Instagram una vez alcance los 700 seguidores (just saying).
Pero vayamos a lo importante: ¿de qué trata esta historia? A mí me parece que en la sinopsis de la contraportada aparece algún spoiler (no entiendo a la gente que escribe estas cosas, en serio), pero aquí os la dejo:
"Víctimas de la debacle económica, Stan y Charmaine se instalan en el coche tras perder su casa. Malviven gracias a los escasos ingresos que ella consigue en un bar de poca monta. Es entonces cuando llama su atención un anuncio acerca del Proyecto Positrón, un experimento social en el que los habitantes de la idílica ciudad de Consiliencia se dividen en dos grupos que alternan su modus vivendi cada treinta días: mientras el cincuenta por ciento se recluye en la Penitenciaría Positrón para mantener el sistema, la otra mitad disfruta de plena libertad y lleva un estilo de vida propio de la clase media. Al cabo de un mes, intercambian sus roles: los libres ingresan en prisión y los encarcelados se instalan en las viviendas que ocupaban los nuevos reclusos, haciendo uso común de todos los objeto, enseres y aparatos. Agotado el entusiasmo inicial, Stan y Charmaine no tardan en percatarse de que Consiliencia no es el paraíso que habían imaginado y pronto se ven envueltos en una serie de aventuras disparatadas, atrapados en un torbellino de lujuria que les hará cuestionarse sus valores y sentimientos más profundos."
Esto sería lo que sucede en, más o menos, el primer tercio o incluso la primera mitad del libro (yo por eso prefiero muchas veces no leer las sinopsis; me gustan las sorpresas).
La verdad es que me gustó mucho cómo empieza; me parece que describe muy bien cómo es la vida cuando caes en el lado feo del sistema actual, me gusta cómo en esta historia nos mete en la piel de una pareja desahuciada que se ve obligada, después de haber trabajado muy duro, a sobrevivir en la calle. Sin embargo, el Proyecto Positrón me dejó un poco contrariada; reconozco que esperaba algo parecido al experimento de la cárcel de Stanford (si picáis os encontraréis con el trailer de la peli más reciente, si no me equivoco, aunque hay otras, además de un documental muy interesante, aunque si no tenéis tiempo para verlo aquí os dejo un resumen). No obstante, la idea que plantea también es muy interesante: las ciudades gemelas de Consiliencia-Positrón pretenden ser una unidad autosuficiente donde todos pueden vivir bien por igual, pero no lo consiguen ya que todo el proyecto se planteó desde el modelo capitalista, es decir, Consiliencia-Positrón no tienen como fin garantizar de forma altruista una vida digna a los participantes, sino sacar beneficios económicos. Se trata, pues, de una distopía porque presenta un concepto de sociedad ideal, utópica, y lo retuerce y distorsiona hasta hacer que pase de ser deseable a ser detestable y terrorífica. Y eso me encanta.
Otra cosa que me encandiló de este libro fue cómo está escrito, cómo el narrador es capaz de mostrarnos los sentimientos de los personajes y su evilevolu evolución: Margaret escribe aquí en tercera persona, si bien se introduce en sus cabezas para ofrecernos de forma indirecta sus pensamientos y deseos, y también los cambios que en ellos se produce al enfrentarse a esas nuevas situaciones. Aunque nada es inesperado o inverosímil: ya desde el inicio entrevemos en la dulce y pasiva Charmaine una vertiente amante del riesgo, de la aventura. Una vertiente no satisfecha por Stan, que es un rancio y un machirulo (no sé cómo más expresarlo sin hacer spoiler). En cualquier caso, a mí Charmaine y Stan me parecen una pareja con profundos problemas que lo mejor que podrían hacer el uno por el otro es divorciarse y buscarse a otro ser humano que les permitiera realizarse no solo en parte. PERO BUENO, como el libro está escrito en clave humorística, no voy a darle más vueltas a su relación.
De todas estas problemáticas, que son en verdad las reflexiones de fondo que vertebran toda la trama, ya se avisa en la contraportada; no estoy inventando nada:
De todas estas problemáticas, que son en verdad las reflexiones de fondo que vertebran toda la trama, ya se avisa en la contraportada; no estoy inventando nada:
"La desbordante imaginación de Atwood, arropada por un mordaz sentido del humor, da vida a una novela que, si bien gira en torno a un fenómeno tan actual como la progresiva extinción de la clase media, incide también en los entresijos de la pareja moderna, desvelando de forma inquietante su intimidad, sus crisis, sus demonios y fantasías. Una punzante obra de uno de los escritores más talentosos de la narrativa contemporánea"
Y ahora lo que NO me gustó de la novela: el final. No me gustó nada de nada. De hecho, me decepcionó mucho; me parece que todo el mensaje del libro, toda la reflexión y la crítica, explotan en el montón de confeti y purpurina del "vivieron felices y comieron perdices". Toda la evolución de los personajes queda en nada con ese final, porque vuelven mágicamente al inicio, a la mediocridad de su sueño americano. Pero no solo es un final que odiara por Charmaine y Stan, sino también por el resto del elenco de personajes, porque ni siquiera tiene el menor sentido para ellos.
Por otra parte, cuando comienzan los líos amorosos no pude evitar pensar en 1984, de George Orwell, y esto no es algo positivo, ya que a mí esa historia no me gustó en absoluto (ya, ya sé que acabo de soltar un sacrilegio, pero es que soy más de Un mundo feliz, de Aldous Huxley, qué le voy a hacer).
En cualquier caso, creo que de todas las reflexiones que ofrece la novela, me quedo con ésta, de la página 207:
"Al repasar su vida, se ve tendido sobre la tierra como un gigante cubierto de hilos minúsculos que lo tienen inmovilizado. Hilos minúsculos de inquietudes insignificantes, preocupaciones pequeñas y miedos que se tomó en serio en un momento. Deudas, horarios, la necesidad de dinero, el anhelo de comodidades; la melodía pegadiza del sexo, repitiéndose una y otra vez como un bucle neuronal. Ha sido la marioneta de sus propios deseos reprimidos.
No debería haberse dejado enjaular allí, apartado de la libertad por un muro. Pero, ¿qué significa ya la libertad? ¿Y quién lo ha enjaulado, quién ha levantado ese muro? Lo ha hecho él solo. Con tantas decisiones pequeñas... La reducción de sí mismo a una serie de datos numéricos en manos de otros, controlados por otros. Tendría que haber abandonado las ciudades desintegradas, huido de la vida encorsetada e incómoda que llevaba. Tendría que haber salido de la red electrónica, haber tirado todas las contraseñas, haber deambulado por la tierra como un lobo famélico, aullándole a la luna."
Porque yo también me la he planteado muchas veces. Huir, desaparecer del mapa, vagar por la tierra, refugiarme de la vida en, yo qué sé, Tailandia... ¿A quién puede esa idea no tentarle? Aunque hay que reconocer que Charmaine tiene toda la razón cuando se muestra así de pragmática (página 302):
"Cuando pasas la mano por delante del dispensador de papel higiénico suena una melodía. Es el himno del Together; viene de alguna canción antigua que hablaba de no tener ni un céntimo y llevar ropa mugrienta y tener que seguir adelante, hombro con hombro, todo más o menos parecido a cuando Stan y ella vivían en el coche; pero en la canción nada de eso importa, porque los dos están juntos y entonan una canción. Una canción sobre estar juntos, para el restaurante llamado Together.
Esa canción miente. No tener dinero sí importa, y también tener que llevar ropa andrajosa. Y precisamente porque importa, Stan y ella se unieron al Proyecto."
En conclusión, tengo sentimientos encontrados con esta novela. Por una parte la recomiendo porque me encanta cómo escribe Margaret Atwood; me fascina su habilidad para tejer una historia ágil e interesante sin olvidar temas de actualidad. Aunque por otra parte está ese final... Sólo por ese final de comedia romántica cutre donde el amor todo lo puede quemaría este libro.
Puntuación dada en Goodreads: 💔💔💔/5
Puntuación dada en Goodreads: 💔💔💔/5