jueves, 7 de noviembre de 2019

Los youtubers también escriben bien

¡Lectores, el escritor marginado ha muerto!

A menudo una escucha (o se le escapa, todo sea dicho) un resoplido de aburrimiento ante la sección que muchas librerías han inaugurado en los últimos tiempos: «Libros de youtubers». Los razonamientos que siguen al resoplido suelen poner en entredicho el valor real que esos textos puedan tener para el nobilísimo arte de la literatura, normalmente sin haber ni siquiera mirado la sinopsis, y por lo general los tiñe cierto rencor («solo los publican porque tienen muchos followers»). Desde luego, existe más de una razón por la que ese discurrir es además de mezquino, erróneo:
  1. Tener muchos seguidores no es algo fácil, te lo digo por experiencia propia, que lo mío me ha costado hacerme con mis tristes 800 seguidores como bookstagramer. Piénsalo: los usuarios (personas con una determinada formación y unos gustos y opiniones tan válidos como los tuyos o los míos, no lo olvidemos) no siguen a cualquiera, sino solo a quienes son capaces de crear un contenido lo suficientemente interesante como para hacerles desear más (otro vídeo, otro post...).
    — ¡Pero, eh, que hay gente que compra seguidores falsos!
    Desde luego, siempre habrá farsantes y timadores dispuestos a inflar los números con tal de lucrarse engañando a marcas incautas, pero no por ello se ha de perder el espíritu democrático, ¿no?
  2. Por otra parte, cabe tener en cuenta que las editoriales no dejan de ser empresas cuyo fin, lógicamente, es hacer dinero. Así, por muy maravilloso que sea un texto, si no creen que tenga posibilidades en el mercado, no les interesará. Y si, por el contrario creen que sí, le darán una oportunidad.
    – ¡Lo que yo te decía! Los libros de esos influencers se publican solo porque tienen tirón, nada más.
    A ver, a ver, dejemos el "solo": que los influencers tengan en cierta medida ventas aseguradas no significa necesariamente que el contenido sea de menor calidad.
  3. No obstante, añado este tercer apartado y recalco lo dicho en el primero: si ese Fulano de YouTube, o de la red social que sea, ha sido capaz de crear un contenido tan genuino y llamativo como para cautivar a miles de personas, ¿porqué sobre el papel ha de ser malo su trabajo? No digo que en cada influencer se encuentre un nuevo y mejorado Cervantes, sino solo les doy el beneficio de la duda porque, quién sabe, quizá generalizar sea un error.
Llegados a este punto, creo que la conclusión es clara: lo que nos duele de que esos chiquillos carismáticos escriban y tengan éxito no es sino que, al hacerlo, contradicen el tópico romántico aquel, tan extendido, por el cual el escritor es un ser diferente, incomprendido y marginado, a lo Baudelaire. Nos duele porque, si fracasamos en nuestros empeños artísticos, ya no nos quedará el consuelo de ser como él (y poder así echarle la culpa al mundo, por no querer leernos). Los influencers nos dejan sin coartada.

Terapia de choque

Todo eso fue lo que descubrí mientras leía Brujas y nigromantes: Hermandad, de Raquel Brune (más conocida como Raquel Bookish), una novela que vio la luz hace apenas unos meses.


Reconozco que empecé la lectura con tanta curiosidad como reticencia. Esto se debió a que, aunque no podía llamarme más la atención el que una chica que hablaba de feminismo en Instagram escribiera sobre brujas, ya había visto también en esa red social alguna crítica negativa. ¿Por qué? Pues porque el grueso de la trama la ocupa un trío amoroso.
– ¡Pff! Youtuber tenía que haber tras la pluma.
Ya, bueno, sin pasarse. Yo tampoco pude evitar sentirme algo decepcionada al ver que, en efecto, me encontraba ante otro trío amoroso mágico. Además, ¿por qué si una historia tiene una protagonista femenina parece que casi por defecto la trama girará en torno al amor, independientemente de que se encuadre o no en el género romántico? Vamos, que me parece un poco falocétrico el tópico ese de "conocerle me puso la vida patas arriba", pero me callo que no quiero meter spoilers.
Eso ocurre sobre todo durante la primera mitad del libro, donde la fantasía es más bien algo secundario. Sin embargo, y como a todo el que espera le ha de llegar su recompensa, más adelante el asunto se pone interesante. No solo porque los hechizos irrumpen al fin en escena con sus ilusiones y luces (que también), sino porque los personajes cobran mayor profundidad y verosimilitud, sus sentimientos fluyen y la acción se desata. Aquí fue cuando comencé a disfrutar como una enana.
Otro punto a favor de este libro es el estilo de la autora, que por un lado tiene la virtud de ser ameno y ágil sin caer en lo simple, y por otro maneja con una destreza envidiable los ritmos narrativos y la tensión.
Por todo ello me parece una novela interesante para los amantes de la literatura romántica juvenil tanto como a los que la fantasía urbana no les desagrade, así como para los valientes coleccionistas de ladrillos: el tomo tiene nada más y nada menos que 544 páginasy solo es el primero de una trilogía (sin contar los diversos relatos que la editorial Hidra regala al comprar las novelas en su página web: Las gatas doradas, Cuaderno de hechizos para brujas modernas y Guía de poderes y habilidades de las brujas modernas).

¿Conocíais de antes a la autora? ¿Os animáis o habéis animado ya a leerla?


Puntuación dada en Goodreads: 📕📕📕📕/5

sábado, 1 de junio de 2019

Por qué las relaciones tóxicas son necesarias (en la literatura), pero el machismo aburre (siempre)

Que vivan los conflictos

Relaciones tóxicas en la literatura ha habido desde que hay literatura. Si no me crees, dime, ¿qué es eso que hubo entre Heathcliff y Catherine Earnshaw? Exacto, una relación súper tóxica que los hizo a todos muy infelices. Pero Cumbres borrascosas no solo es un clásico, sino que además engancha, y mucho.
Esto se debe a varias razones, según alcanzo a entender:
  1. Los personajes conflictivos son mucho más verosímiles que los personajes ideales. Y donde hay verosimilitud, hay empatía. Yo, al menos, tiendo a identificarme más con un personaje al que a veces le salen las cosas mal o se equivoca que con alguien perfecto.
  2. Póster de "La boda de mi mejor amigo", donde se rompe con el cliché de las relaciones tóxicas del género.
    Los personajes conflictivos dan mucho más juego a la hora de desarrollar una trama sorprendente.  Así, un personaje respetuoso y con un mínimo de sentido común jamás aparecerá el día de tu boda para reventarla (¡con todos los gastos que conllevan esos festejos, cielo santo!). Solo un personaje muy egoísta pasaría por alto tus sentimientos hacia el novio en favor de los suyos por ti.

El verdadero problema con las relaciones tóxicas en la literatura

Entonces, si no es la toxicidad de los personajes ni de sus relaciones, ¿qué es lo que hay en la literatura romántica juvenil de hoy que levanta tantas ampollas? ¿Por qué Crepúsculo o Cincuenta sombras de Grey me parecen tan reprochablemente cutres? ¿Qué es exactamente lo que apesta en After?
Pues bien, en mi opinión es por dos cosas:
  1. Su falta de originalidad y lo trasnochado de los ideales de los que parten. Si te fijas, la historia es exactamente la misma: ella siempre es una mojigata ingenua y sumisona y él un mamarracho controlador y posesivo que contrarresta sus estupideces derrochando dinero y justificándose en lo irracional y arrebatado de su amor. Si no caen en el «la maté porque la quería» es únicamente porque un asesinato no cuadra dentro el género romántico.
  2. Su final, que, contra toda lógica, suele ser feliz. Porque es obvio que la felicidad para las mujeres, según el discurso subyacente a estas obras, es casarse y tener bebés con una bestia transformada en príncipe mediante la magia de la paciencia y la absoluta obediencia femeninas.

Ejercicio de reescritura

No obstante, criticar sin ofrecer ninguna solución es como no haber dicho nada. Por eso, llegados a este punto, me parece necesario dar algunos consejos para romper con el patrón «chica virgen cae en las garras de malvado seductor y contra todo pronóstico acaban viviendo una maravillosa historia de amor». Se me ocurrieron tras escuchar el audiolibro de After (si queréis ver cómo los pongo en práctica podéis echarle un ojo a este relato mío en Wattpad). Ahí van:
  1. Intercambia los géneros de los protagonistas. Porque, fuera caretas, nosotras también podemos ser el agente tóxico. Igual que también ellos pueden ser sumisos. Por todas partes veo novelas donde los dominantes son los hombres, ¿qué tal si desempolvamos la figura de la dominatriz?
  2. Toma protagonistas que no sean heterosexuales o muestra relaciones que no sean binarias. En la comunidad LGTBI+ también existen historias de amor de esas que sería mejor olvidar. No digo que no existan libros protagonizados por este colectivo, pero sí que si hay una relación abusiva, será heterosexual. Por cierto, sobre novelas juveniles protagonizadas por personajes LGTBI+ os recomiendo este video:

  3. Da un final infeliz. Tampoco digo que sea algo tan apoteósico como don Juan siendo arrastrado a los infiernos por el Comendador. Pero que al menos no acaben comiendo perdices con arroz de color rosa en el pelo, por favor.

En conclusión

Tener personajes conflictivos o mostrar relaciones tóxicas no me parece el problema de la literatura romántica actual. De hecho, creo que eso es precisamente lo que ha convertido en auténticos fenómenos de ventas Crepúsculo, Cincuenta sombras de Grey o After. El problema reside en el enfoque machista que las domina, según el cual se normaliza e idealiza la violencia de género. Además, relega a lo anecdótico (cuando no a la nada más absoluta) la diversidad tanto de sexualidades como de modelos de feminidad y masculinidad. Y no hay nada más aburrido que la homogeneidad.
¿Os animáis vosotros también a hacer una reescritura de alguna de estas historias? ¿Se os ocurren más formas de mejorarlas?

lunes, 15 de abril de 2019

Que despertar nos lleve a las palabras, no a la tumba

Hace algunas semanas, gracias a unos amigos en común, conocí a una muchacha de lo más interesante que resultó que había estudiado en la misma facultad que yo, y antes de que la conversación degenerara tuvimos ocasión de charlar sobre lecturas que hicimos en nuestra época universitaria. Entre los títulos de los que hablamos relució El despertar, de Kate Chopin, una novela estadounidense publicada por primera vez en 1899. Reconozco que en su momento no disfruté demasiado de ese clásico, ya que no logré empatizar con los personajes y su desarrollo emocional se me hizo demasiado abrupto, aunque he de decir que quizá esto no fuera culpa tanto de la obra en sí, sino más bien del estrés de tener que leerla por obligación y en el idioma original (además de porque en clase ya nos la habían espoileado entera, cómo no). En cualquier caso, lo que la profesora pretendía con esa lectura era que el alumnado reflexionara sobre cuestiones de género. A fin de cuentas, la idea de la que parte la historia es la de que el único camino que tiene un mujer para ser dueña de sí misma, para escapar a los restrictivos roles de esposa y madre que la sociedad le impone y ser ella misma, para ser libre, es la muerte. Así, la protagonista, a raíz de determinados sucesos, «despierta» del letargo de la feminidad patriarcal para encontrarse temiendo y anhelando una existencia distinta, imposible en su sociedad, y enfrentarse al dilema de liberarse de las cadenas mediante la muerte o aceptar seguir viviendo subyugada.
Desde aquella conversación con la que me encantaría considerar una nueva amiga no he dejado de darle vueltas a El despertar y a su actualidad pese al siglo y pico transcurrido: poco después de conocer a esa chica, a la que llamaré C., leí Los hombres me explican cosas, de Rebecca Solnit. La traducción al español, a cargo de Paula Martín Ponz, fue publicada en el 2016 por Capitán Swing, apenas un año después de que el libro saliera a la luz en Estados Unidos, y en 2017 fue premiado como Libro del año 2017 Ensayo por el Gremio de libreros de Madrid.
Sin embargo, si en este mundo no queda ya nadie que no haya siquiera oído hablar de esta breve recopilación de ensayos (tiene apenas 143 páginas, agradecimientos incluídos) es, sobre todo, por el polémico término que se acuñó en las redes sociales a raíz de él: «mansplaining». En la contraportada se define del siguiente modo:
"El término mansplaining conjuga man (hombre) y explaining (explica) en alusión a este fenómeno: cuando un hombre explica algo a una mujer, lo hace de manera condescendiente porque, con independencia de cuánto sepa sobre el tema, siempre asume que sabe más que ella. El concepto tiene su mayor expresión en aquellas situaciones en las que el hombre sabe poco y la mujer, por el contrario, es la experta en el tema, algo que, para la soberbia del primero, es irrelevante: él tiene algo que explicar y eso es lo único que importa."
Leyéndolo reflexioné bastante sobre todas las veces que alguien se ha creído con la suficiente autoridad, por el mero hecho de tener él pene o de ser yo mujer, para explicarme cómo debería sentirme o reaccionar ante algo que yo había vivido y el otro no. Como cuando a una la acosan por la calle, en una fiesta o incluso en el aula, el lugar de trabajo o la familia ("no es para tanto, eres una exagerada"). Pensé también en todas las veces que se me ha dado como explicación última un "porque es cosa de mujeres", o "porque no es cosa de mujeres", depende. Y recordé todas las ocasiones que oí en el instituto decir aquello de que si no hay mujeres en los libros de historia es porque en los dos o tres milenios que nuestra civilización es capaz de recordar ni una sola hizo algo que mereciera la pena mencionar (y cómo en mi tierna adolescencia me lo tragaba). Y al fin me vinieron a la cabeza todas las veces que me he topado con bellas y bellos durmientes ofendidos porque una, en su afán por ir más allá de esa cutre explicación oficial, se preocupa por leer libros escritos por mujeres. Por poner en tela de juicio si lo que me dijeron en el instituto de que las mujeres somos basura histórica es cierto o no.


Con esos mismos amigos que me presentaron a C. fui a ver una obra de teatro titulada Veo veo, ¿qué no ves?, de la compañía Pezluna Teatro (al picar os redirecciono a su cuenta de twitter). Me gustó muchísimo porque partía del humor para acercarse al público, para establecer cierta complicidad con él, y después abordar la invisibilidad de las mujeres a lo largo de la historia, la violencia institucionalizada mediante ese concepto tan etéreo que es la tradición y los roles de género machistas en la educación. De igual modo, los ensayos de Los hombres me explican cosas están escritos en un estilo amable, cercano y conciliador, y parten de anécdotas en apariencia irrelevantes (una conversación en una fiesta, un cuadro, un «no sé» constante) para tocar verdades llenas de oscuridad. Para hablar de silenciamiento, de invisibilización; para denunciar la subyugación de la mujer en un mundo todavía dominado por hombres. Como pasaba en El despertar. Pero hasta ahí llegan las similitudes en cuanto al trasfondo con la novela que abría esta reseña, porque Los hombres me explican cosas no presenta la muerte como alternativa liberadora, sino la palabra. Así, en estas páginas se habla de movimientos como #metoo #yesallwomen, pero también del arte como medio para expresar esas vivencias que el sistema se empeña en silenciar porque incomodan. Hablar, reivindicar nuestra verdad, sigue siendo un acto de rebelión. Y mucho más efectivo, desde mi punto de vista, que el de suicidarnos; la muerte es un abandono, una renuncia, mientras que en la palabra reside la lucha.
"La capacidad de contar tu propia historia, sea en palabras o en imágenes, ya supone una victoria o una rebelión"
¿Qué si lo recomiendo? ¡Desde luego que lo recomiendo! Y no sólo a quienes se consideren feministas, sino a todo el mundo: mujeres, hombres, jóvenes, viejos, feministas, «igualitaristas»... Todos deberíamos leer este libro, ya que, si bien puede ser muy introductorio para quien ya tenga algunos conocimientos sobre cuestiones de género, no deja de ser necesario. A fin de cuentas, tanto si es para apoyar algo como si es con el fin de argumentar en contra, mejor hacerlo desde el conocimiento que desde la ignorancia y el cliché cutre, esto es, marcándote un mansplaining, ¿no?

Puntuación dada en Goodreads: 💜💜💜💜/5

Por cierto, últimamente las reseñas me salen más cortitas de lo habitual; estoy bastante estresada con la vida fuera del ordenador, pero la cuestión es ¿os gustan más así o preferís los análisis más extensos de antaño?

sábado, 30 de marzo de 2019

El booktag del mes de la mujer

Esta entrada será un poco distinta a las anteriores que he hecho, pues en vez de una reseña traigo un booktag (mi primer booktag, ¡qué ilusión!). Se trata de uno muy especial creado en Instagram por @leerxleer al que me etiquetó la buena de @angie_elric, y que me pareció genial traer al blog para finalizar marzo, ya que con él se pretende celebrar a las mujeres de la literatura a partir de sus cualidades. Las que yo he elegido son en su mayoría personajes, pero si preferís hacer esta recopilación temática por autoras, adelante; el caso es que sean mujeres y que tengan alguna relación con el mundo de las letras. Sobra decir que quedáis invitados a participar todos los que leáis esta entrada (sólo acordaos de mencionar a su creadora y por quién conocisteis el booktag).
Y hechas las presentaciones y demás, empecemos:

💜 VALIENTE 💜
Daría Bogdanska, la autora y protagonista de la novela gráfica Esclavos del trabajo, porque se atrevió a desafiar el orden laboral establecido, a decir lo que sentía y pensaba, a luchar por lo que creía que era justo. A denunciar la explotacion laboral que sufren a ojos de todos los inmigrantes. Y encima estando ella en una situación tan poco favorable como la ilegalidad. Eso, desde mi punto de vista, es lo más valiente que una pueda hacer.

💜 REBELDE 💜
Antoinette, la joven protagonista de El baile, una novela corta de Irene Nemirovski, me parece el paradigma de la rebeldía adolescente. Se trata de una muchacha burguesa cuyos padres están obsesionados con formar parte de la alta sociedad parisina, y que se verá machacada por sus convencionalismos e impoiciones hasta... Bueno, hasta que se harta, y no diré más sobre cuál es su venganza; merece la pena leerla.

💜 FUERTE 💜
Aunque no sea el personaje principal de Rechicero, de Terry Prattchet, Conina viene pero que ni pintada para representar esta cualidad. Y es que aunque su nombre es una clara referencia a Conan el Bárbaro, yo la definiría casi como la versión femenina de Hércules: hija de un héroe legendario, hereda una fortaleza letal. Su sueño, no obstante, quedará lejos de ser una asesina a sueldo, lo cual, unido al miedo a no cumplir con las expectativas de los hombres con respecto a cómo deben ser las chicas, la llevará a intentar constantemente ser quien en verdad no es, es decir, una criaturita dulce, angelical y desvalida. Hasta que al fin comprende que esforzarse por ocultar su propia naturaleza no le salvará cuando llegue el Apocrilipsis.

💜 CURIOSA 💜
Liesel, la pequeña protagonista de La ladrona de libros, de Markus Zusac, me parece la personificación de la curiosidad. De hecho, es su curiosidad la que la lleva, al principio, a mirar a los ojos a su hermano muerto, y a traves de estos, a los ojos de la Muerte, y será también su curiosidad la que la empuje a aprender a leer. Si os habéis quedado con curiosidad de saber más sobre la historia de esta niña, aquí os dejo mi reseña de este maravilloso libro.

💜ALEGRE 💜
La Eva que retrata Mark Twain en Los diarios de Adán y Eva me parece un personaje muy alegre, siempre rodeada de animales y manteniéndose con el ánimo alto, optimista. Vale, es cierto, Adán la hace llorar en alguna ocasión con su ranciedad, su carencia de empatía y su egocentrismo (es que ella se enamora de él, y él, lejos de fijarse en ella o como mínimo rechazarla civilizadamente, la desprecia), pero aún así me parece que uno de sus atributos principales es la alegria.

💜 INGENIOSA 💜
Aquí sí que no hay duda posible: Blanca, la misteriosa y escurridiza chica de la novela gráfica Las calles de arena, de Paco Roca, es lo más ingenioso que me he topado en bastante tiempo. Sin embargo, no puedo aclarar por qué, puesto que eso supondría espoilear malamente el final del libro, y merece demasiado la pena leerlo como para que haga algo así.

💜 INTELIGENTE 💜
Amparo Miranda, la protagonista de Irse de casa, de Carmen Martín Gaite, me parece una mujer muy inteligente porque, tras estudiar mucho y trabajar aún más, logró hacerse un hueco en el mundo. Incluso aunque el precio a pagar por tanta racionalidad y ambición fuera dejar parte de su corazón atrás.

💜 EMPODERADA 💜
Desde luego, aquí entraría prácticamente todo el elenco de fantásticas mujeres que aparecen en Criadas y señoras, la novela de Katherine Stocket (hay una peli del mismo nombre que también está muy bien, por cierto). Todas ellas viven una evolución a lo largo de la historia que las llevará a rebelarse, a luchar, a empoderarse, bien como mujeres en un mundo de hombres, bien como personas racializadas en un mundo racista.

Hasta aquí el booktag del mes de la mujer. Espero que lo hayáis disfrutado tanto como yo, ¡y aún más que os animéis a hacerlo!

viernes, 15 de marzo de 2019

El doblete que no pudo ser o la reseña del 30 de febrero

Este año me había propuesto, además de escribir un par de reseñas mensuales, intercalar la lectura (y recomendación) de libros escritos por hombres y por mujeres. Y aunque hasta ahora lo había estado consiguiendo sin demasiado esfuerzo, con febrero llegó el temido momento de romper la norma: el mes pasado no solo leí poco, sino que además todo lo que leí fue literatura masculina. Podría echarle la culpa al género que todos esos libros comparten, la ciencia ficción, pero no estaría siendo por completo sincera, pues también ahí hay mujeres, y no precisamente de poca calidad. Otra cosa es que se las encuentre, o que sus obras tengan ediciones por las que merezca la pena pagar. Este es el caso de El último hombre, de Mary Shelley, novela de la que solo hay disponibles dos ediciones, y ambas dan bastante vergüenza ajena (para que luego me digan que no hay machismo ni nada). Por eso esta entrada va a ser un poco diferente a como tenía pensado que fuera: no va a ser una comparativa entre El último hombre, de Mary Shelley, y La tierra permanece, de George R. Stewart, sino únicamente una sencilla reseña de esta segunda. Lo del doblete hubiera sido interesante porque ambas, pese a mediar entre ellas más de un siglo (El último hombre fue publicada originalmente en 1826, mientras que La tierra permanece es de 1949), se enmarcan en la ciencia ficción postapocalíptica, y confrontarlas, en mi opinión, podría dar una cierta idea del antes y el después que las dos Guerras Mundiales supusieron para el género, además de mostrar lo que cada cual (hombres y mujeres) puede aportar de distinto y de semejante al arte de la literatura.
Sea como fuere, voy a adelantar que, pese a no estar muy segura de si lo recomendaría, La tierra permanece me encantó. Vamos, es que me gustó tantísimo que lo primero que hice al acabar su lectura fue correr a la librería del barrio a comprarlo, ya que lo había leído en el ebook. La edición en físico que adquirí entonces, y la única disponible en el mercado español, si no me equivoco, es la de 2016 de Gigamesh, cuya traducción corrió a cargo de Lluís Delgado y que cuenta con 334 páginas. He de decir que me gusta muchísimo, sobre todo por la ilustración de la portada, de Alejandro Terán; en ella se muestra un elemento fundamental de la trama, el martillo de Ish, y en torno a él dos manos y chispas ígneas, en referencia a la escena final de la obra (si me seguís en Instagram ya la tendréis vista). No obstante, también me parece una edición un poco cara, teniendo en cuenta que cuesta 24 euros y es de tapa blanda.
En cualquier caso, no es por el precio que dudo si recomendarlo o no, sino por el hecho de que es uno de esos libros en los que no hay demasiada acción, y comprendo que no todos los públicos están llamados a enamorarse de ellos. Así pues, si eres más bien de lecturas a las que se pueda aplicar el adjetivo «trepidante», quizá esta novela no sea para ti. O tal vez sí; si me hubieran dicho de qué trataba La tierra permanece, hubiera creído que me iba a aburrir, y nada más lejos de la realidad. Puede que a ti te pase igual, quién sabe. Puede que te enamores de ella tanto como yo.
A modo de sinopsis diré que en La tierra permanece no pasa nada extraordinario más allá de que la humanidad ha sido barrida del planeta supuestamente por un virus y los pocos supervivientes, uno de los cuales es Isherwood Williams (Ish), se dedican a carroñear entre los restos de la civilización caída. No hay antagonistas más allá de los elementos naturales, la desolación o los propios miedos y limitaciones; no esperéis ningún supervillano del estilo del Gobernador de The walking dead. Aunque, pensándolo mejor, la naturaleza no merece ser tratada como uno de esos antagonistas, ya que más bien ella será la protagonista: creo que Ish, como personaje principal, es en verdad un testigo de cómo los animales, el paisaje, la Tierra, el Universo, todo, sigue su curso sin ni siquiera percatarse de la particular situación en que la humanidad se ve (página 29-30):
"En los cielos, la Luna, los planetas y las estrellas se desplazaban describiendo curvaturas largas y suaves. Carecían de ojos, nada veían; sin embargo, desde los tiempos en que la fantasía nació en el seno del hombre, este imaginó que los astros miraban a la Tierra.
Y si nos dejamos llevar por esa fantasía, si hubiesen mirado a la Tierra, ¿qué habrían visto?
Pues deberíamos decir que no habrían visto ningún cambio. El humo de las chimeneas y las hogueras de campamento ya no enturbiaba la atmósfera, pero seguía elevándose al cielo el de los volcanes y los bosques en llamas. Incluso visto desde la Luna, aquella noche el planeta debía de lucir con su esplendor habitual, ni más brillante ni más apagado."
De esto es de lo que va la primera mitad del libro, más o menos; después lo que Ish presenciará será el origen de algo nuevo, primitivo, diferente. El tímido resurgimiento de una nueva sociedad que, pese a los esfuerzos y desvelos que lo acosan a lo largo de toda su vida, acaba por olvidar o relegar al terreno de lo mitológico todo lo previo a la plaga.
En la contraportada viene expresado así:
El gran clásico del fin del mundo.
Una novela lírica y elegante sobre las inapelables leyes de la naturaleza. 
Tras una plaga, que borra a la humanidad de la faz de la Tierra, Isherwood Williams, uno de los escasos supervivientes, recorre el sudoeste de Estados Unidos en busca de otros como él. Con algunos de los pocos que encuentra forma una comunidad que intenta organizarse mientras es testigo de cómo la naturaleza va borrando poco a poco todo rastro de la presencia del hombre. La tierra permanece es una de las cumbres de la ciencia ficción y una verdadera rara avis, tanto por su patente carácter didáctico como por el lirismo de su prosa. El personaje de Ish es, por una parte, el eslabón entre la civilización condenada y la que surge, vacilante, de sus cenizas, pero también un testigo privilegiado de la fragilidad y arbitrariedad de nuestros códigos de conducta.
"Una hermosa reflexión sobre la ecología, la vejez y la inevitabilidad del cambio" David Pringle, Ciencia ficción: las 100 mejores novelas.
La razón de que el narrador sea equisciente a Ish (si bien a veces hace de reflexiones como la de la primera cita, que aparecen en el texto en cursiva, aisladas del resto del relato, y que son presentadas o desde la omnisciencia, o en primera persona) se encuentra en que él es un estudioso de la geografía y la historia que ya antes de la hecatombe dedicaba su vida a la observación, y que una vez la humanidad cae se propone seguir observando (página 29):
"La situación era aterradora, pero despertaba en él una curiosidad propia de un espectador: le parecía estar presenciando el último acto de una gran obra de teatro. Tal vez fuera un rasgo del carácter de su personalidad: él era..., había sido..., era (en fin, daba igual) un estudiante, un académico en ciernes, y como tal, se sentía más inclinado a observar los hechos que a participar en ellos."
En otras palabras, Ish permite realizar un retrato hasta cierto punto científico de cómo sería el fin de nuestro pequeño hormiguero, de ahí el mencionado "carácter didáctico". No obstante, en este detalle encuentro la prueba de que este libro en verdad no encierra un alegato en favor de una vida más sencilla, como he leído en otros blogs: toda la trayectoria vital del personaje se encuentra marcada por el obsesivo empeño de revivir la civilización del bienestar basado en el progreso industrial; sus pensamientos siempre vuelven a la necesidad de guardar la memoria de ella, de su pasado y sus ciencias.
También he visto comentarios en donde la gente expresaba que Ish era poco creíble por la aparente calma, apatía incluso, con que se enfrenta a la situación. Pero es que este personaje gozará de otro rasgo, aparte de su interés científico, que le facilitará la vida en esas circunstancias, y es que es una persona bastante antisocial. Esto lo indica él mismo en la página 50:
"Tomó lápiz y papel y decidió anotar sus cualidades, los motivos por los que podría seguir viviendo e incluso alcanzar cierto grado de felicidad  [en esas circunstancias], y los demás, no.
Para empezar, y sin dudar un momento, garabateó:
1) Tengo ganas de vivir. Quiero ver qué le pasará al mundo sin el hombre y cómo pasará. Soy geógrafo.
Debajo anotó otros puntos:
2) Siempre he sido un solitario. No necesito hablar con nadie.
[...]"
Por último, la elección de Ish como punto de vista por parte del narrador me parece que tiene algo que ver con que el autor, si bien se doctoró en Literatura Inglesa, era un apasionado viajero, además de un enamorado de la historia y la geografía. De hecho, publicó numerosos ensayos en relación a estas materias. Por ello, no se me hace demasiado descabellado pensar en Ish como en un alter ego de George R. Stewart.
Pero volvamos a la cuestión del principio. Hay otra razón por la que no sé si recomendar este libro a pesar de que me ha encantado, y es por que para comprenderlo en profundidad me parece necesario poseer cierto bagaje cultural e histórico, así como mucho espíritu crítico. Me explico: Isherwood es un hombre de los años 40. Y cuando digo esto me refiero a que Ish es un hombre blanco de clase acomodada de los Estados Unidos de la ley Jim Crow, un hombre que cree a pies juntillas en pseudociencias racistas y discrimiatorias como el darwinismo social, la frenología o la eugenesia, cuyo desarrollo se vio impulsado por el auge de los fascismos de la época. Esto queda patente en detalles como el trato que recibe "Evie, la boba", constante y dulcemente marginada por todos hasta extremos terribles (y aquí lo dejo, porque sería spoiler seguir comentándolo). Asimismo, ejemplo de ello es la siguiente afirmación que hace Ish en relación a la forma de ser de Em, la cual presenta como predeterminada por sus orígenes raciales (página 126):
"Ish se llevó una sorpresa mayúscula y supo que ella lo notó. La tez oscura, los ojos negros y cristalinos, los labios carnosos, los dientes blancos, el carácter conformista... Todas las piezas encajaron en el instante."
Y sin embargo, Em siempre es capaz de poner un contrapunto a sus obsesiones, de señalar lo inevitable de la situación y la carencia de relevancia cósmica de la misma. Por eso, por su sencillez y su humildad, por su capacidad para pensar más allá de los límites establecidos e innovar, es mi personaje favorito, y por eso, aunque Ish se crea muchas veces superior a ella (ya no por su raza, sino por ser ella mujer y él hombre), no le quedará otra que acabar reconociendo y admirando su sabiduría.
Asimismo, teniendo en cuenta precisamente el contexto histórico en que se escribió, este libro me parece muy valiente, ya que muestra una relación interracial (Em es mulata, mientras que Ish es un hombre blanco). Esto no es, en absoluto, el tema central del texto, de modo que no aparecerá más allá de la escena en que Em e Ish creen haber engendrado a su primer hijo, pero aún así me parece memorable, ya que muestra los miedos de ella, de que la historia se repita y su descendencia esté condenada, a la par que Ish califica el racismo de una superficialidad, «un lujo» (página 126):
"–Al principio no tenía importancia –prosiguió Em en apenas un susurro–. A nadie le preocupaban esas cosas. Pero el pueblo de mi madre no tuvo mucha suerte. Y ahora que todo tiene que volver a empezar, creo que no debería formar parte del mundo. Es igual, lo que más me preocupa es que no he sido justa contigo.
Ish no escuchó ni una palabra más. Lo absurdo de la situación lo golpeó de lleno y se echó a reír, no podía parar. Al final, ella se relajó y rompió a reír con él al tiempo que lo abrazaba con más fuerza.
–Cariño, todo está hecho polvo –dijo Ish–. Nueva York está vacía desde Spuyten Duyvil hasta el parque de Battery, y en Washington ya no queda nadie que nos gobierne. Los senadores, los jueces y los gobernadores están muertos y enterrados, igual que los antisemitas y los racistas. Sólo somos dos pobres diablos que sobreviven recogiendo las migajas de la civilización, y encima sin estar seguros de que las hormigas, las ratas o vete a saber qué no vaya a acabar con nosotros. Igual dentro de mil años la gente pueda permitirse el lujo de volver a pensar en esas cosas y preocuparse por ellos. Pero lo dudo. Ahora mismo, aquí sólo estamos nosotros dos. O nosotros tres."
Creo, en resumen, que si no se tienen claros determinados conceptos, el lector podría tomar por originales y hasta válidas ideas caducas y peligrosas como esas (y si no creéis que existan ideas peligrosas, os recomiendo la serie de documentales de la BBC Historia del racismo, que está completa en Youtube, así como este de Documentos TV sobre la eugenesia, o este y este otro sobre el Proyecto Lebensborn). Aunque también he de decir que al enfrentarse a cualquier clásico, no solo a La tierra permanece, es necesario tener muy presente las distancias que nos separan de sus autores, así como que estos son seres humanos y no dioses, que sus palabras son meras opiniones y no verdades universales. Si no, se corre el riesgo de acabar hablando de «deshonras» y «venganzas» en pleno siglo XXI tras leer, no sé, a Shakespeare. O de tragarse las elucubraciones racistas de Jack London o la profunda misoginia de Quevedo como realidades indiscutibles.
Por otra parte, nada de esto significa que los personajes no sean entrañables y maravillosos, o que una no pueda encariñarse con ellos y emocionarse como una tonta con su historia. De hecho, hacía muchísimo tiempo que no me enganchaba tantísimo un libro, o que no lloraba a moco tendido con un final. ¿Y no es eso lo que hace a la literatura ser un arte? ¿No es su capacidad para despertar la empatía del lector, para conectar con nosotros, lo que hace un texto especial? Yo creo que un clásico es aquel libro que, por mucho tiempo que haya transcurrido desde que se escribió y por muy diferentes que sean las sociedades que lo envuelven, conserva intacta su capacidad para conmover.
Si al fin decidís adentraros en estas páginas, espero que las disfrutéis tanto como yo, pero mejor si sois vosotros mismos quienes decidís si estáis preparados para hacerlo Yo, por mi parte, me quedo con esta reflexión de la página 74:
"Las vallas eran reales, pero también eran símbolos. Una valla que separa los rebaños de las cosechas era real, pero otra que separa el centeno de la avena era solo un símbolo, puesto que los cereales no se mezclaban por sí mismos. [...] En cuanto las vallas se rompen, tanto en el sentido literal como en el simbólico, desaparecen los pedazos, los bloques y los cambios abruptos en el paisaje, y este pasa a ser impreciso y ondulado, como lo había sido al principio"
A fin de cuentas, creo que las fronteras son eso, vallas. Pero no vallas «reales», por usar el término del autor, sino simbólicas, ya que, por mucho que pretendan los medios de comunicación y los políticos de la xenofobia hacernos creer lo contrario, no separan herbívoros de cosechas, sino cosechas entre sí: no separan seres distintos, amenazados y amenazadores, sino iguales. Las fronteras son las vallas en las que se encuentra el símbolo de un sistema racista.

Puntuación dada en Goodreads: 🌏🌏🌏🌏🌏/5

Por cierto, otro libro que me leí el mes pasado y que me gustó muchísimo fue el de Ubik, de Philip K. Dick, que si sois fans de la película Matrix, ya estáis tardando en leerlo.

viernes, 15 de febrero de 2019

¡Socorro, han garabateado un cliché en mi espejo!

Una de las novelas con que acabé enero fue La mujer tras el velo. Se trata de un thriller que leí en colaboración con el autor, Álvaro Navas, y que seguro que a más de uno no le resulta desconocido, ya que en bastantes cuentas de Instagram se ha estado hablando de  él últimamente. Desde luego, el autor ha estado haciendo un gran esfuerzo por dar a conocer su texto. O más o menos grande, teniendo en cuenta que hace meses ya me lo había pedido, que leyera su obra, pero sin molestarse demasiado en comprobar si era el perfil de lector que buscaba (me felicitó por un blog que por aquel entonces ni siquiera tenía pensado crear). Por eso, no fue hasta el mes pasado que, tras recibir por segunda vez su ofrecimiento, decidí aceptar.
*Un consejo para nuevos escritores (y en verdad para cualquiera): antes de poneros en contacto con alguien para llamar su atención sobre vuestro trabajo, investigad si esa persona forma parte del público objetivo al que va dirigido (o si tiene blog). Además, tened en cuenta que da una pésima imagen recibir un email que ha sido reenviado a otras doscientas personas; intentad ser cercanos y personalizad cuanto podáis el contacto con el otro. A nadie le gusta que le hagan sentir del montón.*
La sinopsis, en cualquier caso, es la siguiente:
Ainara es una profesora de origen árabe que vive y trabaja en Madrid. Su amor por la enseñanza y el cariño de los alumnos son las mayores satisfacciones de su día a día, junto con una vida independiente y la fidelidad a sus aficiones. No obstante, una tarde tormentosa de mayo algo sucede que acabará calando profundamente en la mente de la joven: una nota en su buzón cuyo malicioso mensaje suscita de entrada desasosiego y dolor: «no eres quien crees ser». Ainara, dando por hecho en un principio que se trata de algún alumno resentido, obvia el detalle hasta que una serie de acontecimientos, cada vez más siniestros, la hacen cambiar de opinión. Así se inicia un juego macabro que la hace dudar sucesivamente de su identidad, de su pasado y, sobre todo, de lo que le depara el futuro.
Esta novela cuenta con 438 páginas según Goodreads, aunque mi ebook dice que son 282, y fue impresa hace cosa de un año por la editorial Esdrújula. Y digo impresa y no editada porque el trabajo editorial que se ha hecho aquí es prácticamente inexistente: no hay ni una sola página en la que no haya faltas de ortografía, erratas, conceptos equivocados, incoherencias sintácticas, contradicciones de la trama, cabos sueltos, etcétera, etcétera. Por eso sospecho que es bastante probable que me encuentre ante una editorial pirata.
*Un consejo, esta vez para futuros escritores: no tengáis prisa por publicar ni os echéis en brazos de la primera editorial que os ofrezca un contrato. O como mínimo, leed lo que pone (¡la letra pequeña la carga el Diablo!). Informaos bien sobre cómo funciona el mundo editorial tradicional, investigad a las editoriales y si no os convencen, sopesad la autopublicación. Todos esos fallos que he mencionado son los propios de un borrador, y ninguno de ellos debería haber llegado a mí, la lectora, pues la editorial debería haberlo impedido. Ese es su trabajo, corregir la expresión, pulir la trama, además de maquetar, distribuir y publicitar. Las editoriales tradicionales trabajan codo con codo con el autor para convertir su manuscrito en algo decente. Aquí, aquí y aquí dejo algunos vídeos muy interesantes sobre cuáles son las ESTAFAS que podéis sufrir si os dejáis llevar por la impaciencia y cómo evitarlas.*
*Otro consejo: si habéis acabado vuestro primer borrador, daos la molestia de revisarlo y corregirlo cuantas veces haga falta. No tengáis miedo de borrar palabras, frases o incluso escenas enteras. Haced, rehaced y deshaced sin miedo, que ya os digo yo que la mejor versión de vuestro texto nunca será la primera (ni la segunda). Y una vez creáis haber acabado con las correcciones, mandádselo a un corrector profesional. Seguro que, por muchas veces que lo hayáis repasado, esa persona será capaz de señalar aún mil mejoras posibles.  Estos otros vídeos que os dejo aquí, aquíaquí os darán una idea de lo importante que es todo esto.*
Pero por si esos atentados lingüísticos fueran pocos, aún hay que señalar el propio estilo del autor, que, en mi opinion, abusa de las elipsis verbales y los guiones largos (en español tenemos los paréntesis, los dos puntos y los puntos y coma, según el contexto; no hace falta recurrir a signos de puntuación ajenos a nuestra lengua, con conocer los que ya tenemos basta).
*Consejo de filóloga a la que se le han olvidado ya la mayoria de cosas que aprendió en la universidad: intentad aprender todos los días algo nuevo sobre la lengua en la que escribís. Empezad por leer como leería un escritor, esto es, sumando a la diversión el fijaros cómo usan la lengua otros autores. Y sobre todo, desconfiad de las traducciones. Además, siempre que os topéis con vocablos desconocidos, buscad su significado. También ayudan las aplicaciones para aprender nuevas palabras (yo uso Palabra del día, pero si conocéis otras, comentádmelo).*
Además, deja inacabadas metáforas con ínfulas y mezcla jerga barriobajera con términos cultos sin ninguna especie de sentido estético. Por otra parte, dichos términos cultos, estoy segura, están ahí por ser sinónimos parciales de algún término más acertado pero que el autor debió de considerar demasiado humilde.
*Consejo de una enamorada de las letras: por favor, al escribir sencillamente escribid como hablaríais. No busquéis palabras que en la vida habéis usado ni oído usar a nadie sólo porque «suena a intelectual», que se va a notar. Cuidar el estilo y tener inquietudes estéticas en relación al uso del lenguaje no tiene que significar necesariamente ser un pedante rimbombante. Creo que lo mejor que se puede hacer por la literatura es escribir desde la humildad, el conocimiento y el amor a la palabra. No obstante, si todo esto os parece muy abstracto, quizá os ayuden más estos vídeos.*
*Apéndice del consejo anterior: Si tiráis de diccionario de sinónimos, procuraos uno decente, y contrastad la información con otros diccionarios, tanto de sinónimos como de definiciones. No existen los sinónimos totales, ni siquiera en cuanto a las acepciones, ya no digamos si hablamos de connotaciones. Cada palabra es única; no las tratéis como ganado.*
Tampoco me gustaron los diálogos que mantienen sus personajes. Los encontré repetitivos, insulsos, superficiales, cursis y, en fin, carentes de relevancia para la trama. Son relleno puro y duro, vamos.
*Otro consejo: Si la trama puede avanzar perfectamente sin algo, una escena, un diálogo, lo que sea, quitadlo. En serio. Por mucho que os guste y muy inteligente o novedosa que os parezca vuestra aportación, BORRADLA. Y borrad doblemente deprisa si con ello, además de rellenar inútilmente páginas, dais vuestra opinión sobre temas de actualidad de los cuales sabéis sólo lo que por la televisión o en el bar se dice. 
*Otro apéndice: Desde luego, esto último no quiere decir que no podáis hablar en vuestros textos de, yo qué sé de qué, inmigración, feminismo. No, lo que quiero decir es que si lo hacéis, procurad antes haber estudiado dichos temas en profundidad y desde todos los frentes posibles. Hablad con gente que tenga opiniones diferentes. Leed libros sobre esos asuntos. MOVEOS, FORMAD UNA OPINIÓN PROPIA. Si no, caeréis estrepitosamente en la telaraña de los prejuicios y los clichés, y eso es algo que los lectores no perdonamos. Yo al menos no.*
En relación a lo dicho en el apéndice no puedo evitar señalar que se metiera en la boca de Ainara, la protagonista, una supuesta feminista que llega a definirse en determinado momento a sí misma como «una mujer adulta y liberal que no tenía que dar explicaciones a nadie de cómo, cuándo y con quién utilizaba su cuerpo», consejos tales como el siguiente (que resumo porque me da toda la pereza ya): si un capullo te parte el corazón, no es culpa de él, porque ya sabes, boys will be boys; si un capullo te parte el corazón es culpa tuya porque las mujeres tenemos que «hacernos respetar», así que para la próxima ya sabes, no pienses con la vagina, que ya piensa él con el pene. ¿Es o no es un ejemplo perfecto de los gazapos que se pueden evitar con un conocimiento más extenso del asunto tratado?
Pero era obvio que iba a odiar los diálogos teniendo en cuenta que los personajes me parecieron horribles. Y no me refiero con eso a que sean contradictorios, como acabo de señalar (creo que un personaje bien construido puede ser perfectamente contradictorio). Ni tampoco al hecho de que sean personajes totalmente planos, que lo son. No. Son horribles porque responden a una visión maniquea de la realidad. Dicho de otro modo, son meras personificaciones del ideal de bondad (clichés de cómo debería ser una profesora, un caballero, un amigo o un alumno perfectos) o de maldad (aqui entrarían los acosadores, obvio). Podría citar decenas de ejemplos de este maniqueísmo idealista, pero me limitaré a traer mi favorito, que aparece cuando uno de los secundarios es secuestrado. Entonces, dicho personaje, lejos de anteponer su propia integridad física (¡que estás en una cabaña siniestra y acabas de ver un cadáver, coño!), se dedica a demostrarle al lector la pureza de su amistad no pudiendo hacer otra cosa que soltar este tipo de abnegadísimas sentencias:
"A la deriva como uno de esos transatlánticos de las películas en blanco y negro. Varada cual sirena de las leyendas nórdicas. Una Robinson Crusoe en toda regla, hablando sola y haciendo puzles como una niña de siete años, aunque esa niña buscaba aliento a cada segundo para avisar a su amiga de lo que se le venía encima. Por ella, lo que fuese."
Seamos sinceros, nadie de más de quince años dice «por mi amiga, lo que fuese», y teniendo en cuenta lo peliagudo de la situación, tampoco nadie más joven. De hecho, sólo se me ocurre una razón para que ese personaje suelte esa cursilada en semejantes circunstancias, y es que sea el satélite de una Mary Sue.



La sospecha, así pues, nace: ¿es Ainara una Mary Sue? ¡Oh, cielos! ¿Cómo es posible? Es posible, y no sólo eso: también es demostrable, mi querido Watson. Para ello me atendré a los rasgos que se le otorga aquí a este tipo de personaje (generalmente protagonista en Occidente):
1. La Mary Sue recibe toda la atención de los demás personajes, de modo que las conversaciones, pensamientos, preocupaciones y acciones del resto la tiene siempre como eje central y sin que ella haya hecho nada para merecerlo (es una atención desproporcionada, en resumen).
En el caso de Ainara, no es sólo que no haga nada para merecer cosas como la preocupacion exagerada y maternal de sus amigos, sino que hace todo lo posible por desmerecerlo. Así, mientras hay gente muriendo o siendo secuestrada por su causa, ella aprovecha para salir de fiesta (LOL). Quizá fuera necesaria para la trama esa juerga, pero para mí fue sencillamente absurda; podrían haberse desencadenado a continuación los mismos sucesos de mil formas más interesantes y originales.
2. La Mary Sue siempre tiene uno o varios rasgos físicos que la diferencian de la masa y la convierten en una especie de unicornio.
Ainara, como rasgo distintivo y exótico, tendrá su origen egipcio y sus rasgos raciales árabes. Porque, como todos bien sabemos, en Madrid no hay comunidad musulmana; allí sólo viven cristianos viejos, ¡todos los cuales son ários ariísimos! Espera, espera, ¿qué? ¿Cómo que en España hay dos millones de musulmanes, de los cuales la mitad son nacidos españoles, no inmigrantes? ¡Mentira, populismo! Vale, ya paro con el sarcasmo. Tan sólo dejadme recalcar lo IMPORTANTÍSIMO que es para quien quiera dedicarse a escribir como algo más que un hobby que, una vez corregido el borrador y todo el rollo, se moleste en darlo a leer a lectores cero y de sensibilidad. Así se evitan cosas como embrutecer el relato con una visión etnocéntrica, o incluso xenófoba, como puede entreverse en sentencias tales como «el machismo propio del mundo musulmán». No, mira, el machismo no es «propio» de ninguna cultura, región o religión concreta; el machismo es una lacra en todos los rincones del planeta. Creer que el machismo es «propio del mundo musulmán» es lo que lleva a afirmar cuando una mujer es violada o asesinada en no sé, Arabia Saudí, cosas como "menudos salvajes", mientras que si lo mismo sucede en España la culpa es de ella, ya que "seguro que es una guarra", "a saber qué haría".
*REPITO Y RESUMO: si das por acabado tu manuscrito, dáselo a leer a lectores cero y lectores de sensibilidad. Estos últimos son especialmente importantes si tu protagonista forma parte de un colectivo al que no perteneces, ya que es más que probable que vayas a meter la pata debido a que desconoces su cotidianidad (si picáis encontraréis un par de vídeos explicativos de estos conceptos, que me parecen imprescindibles para cualquiera que quiera hacer de su escrito algo mínimamente digno de ser leído).* 
3. La Mary Sue no tiene personalidad definida, sino que es más bien un medio empleado por el autor para expresar sus opiniones y pensamientos, además de darle escapada a sus fantasías (en otras palabras, es un álter ego idealizado del autor).
Como ejemplo de esto, además de las contradicciones mencionadas de la protagonista, podría señalar otros muchos puntos en los que una se encuentra con la voz del autor trasluciéndose en la del narrador, al hablar de los pensamientos de Ainara, dando opiniones que pretenden ser profundas e inteligentes sobre "la sociedad actual" (odio este sintagma). Dicha sociedad se encuentra representada en la masa amenazante y carente de valores  que ocupa las calles madrileñas, con sus caños fruncidos, sus prisas altivas y sus «mentes cerradas» (aunque también hay alguna vez en que se dice de ella que es «abiertas de mente», no me aclaro).
4. La Mary Sue tendrá indefectiblemente un poder o talento sobrenatural o inaudito, de modo que será admirada y se granjeará un trato preferencial.
En el caso de Ainara, ese don será su capacidad para coordinar y manejar grupos de personas (de ahí que sea una docente modelo admirada por absolutamente todos, etcétera, etcétera).
5. Toda Mary Sue que se precie carece de defectos, o si los tiene, sólo puede verlos ella, porque para el resto son rasgos que la hacen irresistiblemente atractiva.
Ainara, por su parte, se queda en la Mary Sue más básica y se nos muestra inhumanamente perfecta.
6. Uno o más personajes se enamorarán de la Mary Sue a lo largo de la historia. En el caso de surgirle varios pretendientes, sólo el preferido del autor será el que se quede con ella, incluso aunque para que así sea la trama se retuerza con giros forzadísimos y poco realistas.
Este punto me parece especialmente gracioso, ya que la historia de amor, además de nacer instantáneamente y de la nada, es por completo innecesaria. Así, Ainara, de repente y sin saber yo muy bien por qué razón, aparece imaginándose que un determinado personaje masculino, al que prácticamente no conoce y que rechazó vete tú a saber por qué (bueno, sí lo sabemos, para «hacerse respetar»), como padre de sus hijos. Y por si esto no fuera lo bastante increíble, después se descubre a dicho señor alcoholizado y hundido en la miseria más absoluta debido a que ella, una desconocida, no le quiso besar. Me diréis que no es forzado ni nada.
7. Toda Mary Sue siempre siempre siempre tiene un pasado familiar trágico, bien porque quedó huérfana, bien porque fue maltratada.
También aquí Ainara cumple con lo esperado (incluso aunque sea incapaz de recordarlo, claro está).
8. La Mary Sue descubre a lo largo de la trama algún parentesco con otro personaje.
Nada más comenzar la lectura de esta novela ya me pareció obvio de quién iba a ser familia (si a ti también y quieres comentarlo, avisa del spoiler).
9. Los antagonistas carecen de razón de ser; se oponen a la Mary Sue sólo porque la trama exige un conflicto; carecen de justificación.
El noveno punto pretende ser solucionado hacia el final del libro, que voy a destripar a continuación, por lo que si no quieres comerte EL SPOILER MÁXIMO, salta hasta el siguiente consejo. Bien. El insustancial periplo de Ainara la llevará a Roma, donde se descubrirá que, pese a todo lo integrada que parecía en nuestra idílica y liberada sociedad occidental (bebía alcohol y se desmadraba, recordemos) es en verdad una terrorista islamista chiflada capaz de cometer los peores y más sangrientos atentados. Porque claro, si eres árabe o musulmán, o ambas cosas, necesariamente has de dedicarte a poner bombas y matar a los europeos de verdad, los europeos blancos.



Pero no voy a insistir en los estereotipos islamófobos subyacentes, ni a comentar el simplismo de reducir el terrorismo a una especie de locura inducida. Prefiero pasar ya a echar por tierra la supuesta originalidad del final, que es defendida en prácticamente todas las críticas que he leído de La mujer tras el velo. Porque no, no es original; es un "todo estaba en su cabeza" de manual. Shuter Island, Alicia en el País de las Maravillas, El laberinto del fauno, Los Serrano, El secreto de los Marrowbone o Una mente maravillosa tienen el mismo final. Y me diréis, ¡pero Herme, si este libro es un churro por tener ese final, entonces esas películas, libros y series que mencionas también lo serán! Y no, o no necesariamente. Para que un final como éste sorprenda, toda la historia anterior debe tener sentido, resultar creíble, y a la vez necesita de pequeñas pistas que pongan de manifiesto su verdadero ser (en el caso de Shutter Island, por ejemplo, se juega mucho con los fallos de raccord). Y La mujer tras el velo no tiene ni lo uno ni lo otro; la historia desde el principio carece de sentido, por lo que no se establece el pacto ficcional, y consecuentemente, cuando llega el final, no sorprende. De hecho, creo que era el desenlace esperable ya que no había otra explicación posible a tanta paranoia.
FIN DEL ESPOILER MÁXIMO.
*Penúltimo consejo: por absurdo y extravagante que sea el mundo en el que se muevan vuestros personajes, si consiguís que constituya una realidad coherente, el lector lo aceptará como válido y se lo creerá. Ese es uno de los rasgos más básicos y necesarios, la coherencia, para que se produzca el pacto ficcional. Sin embargo, si hay contradicciones, no hay coherencia, y por tanto, tampoco verosimilitud, es decir, apariencia de verdad, que no necesariamente es lo mismo que apariencia de realidad.*
En conclusión, el único rasgo que no comparte Ainara con la Mary Sue prototipo es el de no tener el mismo género que el autor (lo cual es una lástima, porque si en vez de haber sido una Mary Sue hubiera sido un Gary Stu, hubiéramos podido acabar la reseña gritando "¡bingo!").
*Aquí me apropio del consejo de Esther Recuero al hablar de este tipo de personaje: si no os véis capaces de darles defectos y hacerlos más creíbles y menos maniqueos, MATADLOS.*
Por todo ello, y por más cosas, como son la aparición de elementos previsibles en el género («el misterioso mensaje garabateado en el espejo» o «la cabaña siniestra en el bosque») o la incomprensible estructuración en zouras, no es una lectura que recomiende. Entonces, ¿por qué hago reseña? ¿Porque me enorgullezco de ser una hater incendiaria, acaso? Nada más lejos de la realidad; no me enorgullezco nada de esa faceta mía. Decidí hacer reseña porque al ir avanzando en la lectura comprendí que este libro me daba la oportunidad de comentar cosas importantes, como el peligro de las editoriales pirata, o todo el trabajo que implica realmente ser escritor. Espero haber sido capaz de convertir mi crítica destructiva en algo constructivo y haber ayudado a más de un futuro talento literario.

Puntuación dada en Goodreads: 💩/5

Por cierto, si queréis leer una historia con una protagonista musulmana de calidad os recomiendo la novela gráfica Habibi, del estadounidense Craig Thompson. Es sencillamente perfecta; aborda desde una visión mística de la realidad problemas de tanta actualidad como las relaciones entre el primer y el tercer mundo, la pobreza, la migración o los derechos de la mujer. Asimismo, la famosísima Persépolis, de la iraní Marjane Satrapi, me parece una lectura imprescindible. Ambas son obras de 5/5.

martes, 29 de enero de 2019

El amor no todo lo puede, Margaret

Soy muy indecisa, tengo que admitirlo. Terroríficamente indecisa, a decir verdad; cualquiera que haya tenido la desgracia de ir conmigo a comprar casi cualquier cosa sabrá que no exagero. Por eso, cuando voy a alguna librería, suelo dejarme llevar por la opinión lectora de quien me esté atendiendo en ese momento. Así fue como descubrí al maravilloso Terry Prattchet, porque me apetecía leer algo de fantasía pero no tenía nada concreto en mente y había demasiadas opciones interesantes ante mí, de modo que le dejé al chaval de la chapita en el pecho que me vendiera lo que quisiera. Y acertó, ya lo creo que acertó (en serio, os recomiendo muchísimo su saga de las Novelas del Mundodisco).
También de este modo llegó a mis manos la novela distópica que pretendo comentar en esta reseña, Por último, el corazón, de la canadiense Margaret Atwood. Sí, la de El cuento de la criada, esa misma Margaret, aunque si aún así no os suena ni os hacéis una idea de su calibre literario, cito el siguiente párrafo de la contraportada:
"Dueña de una de las mentes más lúcidas del panorama literario actual, Margaret Atwood es no sólo una institución de las letras canadienses, sino también una figura relevante que se ha volcado en la promoción de la literatura y la protección del medioambiente. Esta novela se inscribe en el ámbito de la ficción especulativa, género en el que Atwood ha cosechado algunos de los mayores éxitos de su formidable bibliografía."
Compré esta novela en Navidad, como regalo para mí misma ya que ni a los reyes ni a Santa Claus les dio por fomentar mis vicios. Aunque, no obstante, sí que había entrado en el establecimiento buscando algo concreto. Quería comprar El cuento de la criada, pero se les había agotado, así que dejé a la librera seducirme con los títulos que a ella más le habían enamorado.
El libro que manejo, editado por Salamandra, es una tercera edición del 2018, aunque la primera en español se remonta al 2016 (en el original, en inglés, se publicó en el 2015). Y aunque es de tapa blanda, es un tomo considerablemente grande, y no lo digo sólo por sus más de 400 páginas. Me costó 20€ justos y, por cierto, lo voy a sortear en mi cuenta de Instagram una vez alcance los 700 seguidores (just saying).
Pero vayamos a lo importante: ¿de qué trata esta historia? A mí me parece que en la sinopsis de la contraportada aparece algún spoiler (no entiendo a la gente que escribe estas cosas, en serio), pero aquí os la dejo:
"Víctimas de la debacle económica, Stan y Charmaine se instalan en el coche tras perder su casa. Malviven gracias a los escasos ingresos que ella consigue en un bar de poca monta. Es entonces cuando llama su atención un anuncio acerca del Proyecto Positrón, un experimento social en el que los habitantes de la idílica ciudad de Consiliencia se dividen en dos grupos que alternan su modus vivendi cada treinta días: mientras el cincuenta por ciento se recluye en la Penitenciaría Positrón para mantener el sistema, la otra mitad disfruta de plena libertad y lleva un estilo de vida propio de la clase media. Al cabo de un mes, intercambian sus roles: los libres ingresan en prisión y los encarcelados se instalan en las viviendas que ocupaban los nuevos reclusos, haciendo uso común de todos los objeto, enseres y aparatos. Agotado el entusiasmo inicial, Stan y Charmaine no tardan en percatarse de que Consiliencia no es el paraíso que habían imaginado y pronto se ven envueltos en una serie de aventuras disparatadas, atrapados en un torbellino de lujuria que les hará cuestionarse sus valores y sentimientos más profundos."
Esto sería lo que sucede en, más o menos, el primer tercio o incluso la primera mitad del libro (yo por eso prefiero muchas veces no leer las sinopsis; me gustan las sorpresas). 
La verdad es que me gustó mucho cómo empieza; me parece que describe muy bien cómo es la vida cuando caes en el lado feo del sistema actual, me gusta cómo en esta historia nos mete en la piel de una pareja desahuciada que se ve obligada, después de haber trabajado muy duro, a sobrevivir en la calle. Sin embargo, el Proyecto Positrón me dejó un poco contrariada; reconozco que esperaba algo parecido al experimento de la cárcel de Stanford (si picáis os encontraréis con el trailer de la peli más reciente, si no me equivoco, aunque hay otras, además de un documental muy interesante, aunque si no tenéis tiempo para verlo aquí os dejo un resumen). No obstante, la idea que plantea también es muy interesante: las ciudades gemelas de Consiliencia-Positrón pretenden ser una unidad autosuficiente donde todos pueden vivir bien por igual, pero no lo consiguen ya que todo el proyecto se planteó desde el modelo capitalista, es decir, Consiliencia-Positrón no tienen como fin garantizar de forma altruista una vida digna a los participantes, sino sacar beneficios económicos. Se trata, pues, de una distopía porque presenta un concepto de sociedad ideal, utópica, y lo retuerce y distorsiona hasta hacer que pase de ser deseable a ser detestable y terrorífica. Y eso me encanta.
Otra cosa que me encandiló de este libro fue cómo está escrito, cómo el narrador es capaz de mostrarnos los sentimientos de los personajes y su evilevolu evolución: Margaret escribe aquí en tercera persona, si bien se introduce en sus cabezas para ofrecernos de forma indirecta sus pensamientos y deseos, y también los cambios que en ellos se produce al enfrentarse a esas nuevas situaciones. Aunque nada es inesperado o inverosímil: ya desde el inicio entrevemos en la dulce y pasiva Charmaine una vertiente amante del riesgo, de la aventura. Una vertiente no satisfecha por Stan, que es un rancio y un machirulo (no sé cómo más expresarlo sin hacer spoiler). En cualquier caso, a mí Charmaine y Stan me parecen una pareja con profundos problemas que lo mejor que podrían hacer el uno por el otro es divorciarse y buscarse a otro ser humano que les permitiera realizarse no solo en parte. PERO BUENO, como el libro está escrito en clave humorística, no voy a darle más vueltas a su relación.
De todas estas problemáticas, que son en verdad las reflexiones de fondo que vertebran toda la trama, ya se avisa en la contraportada; no estoy inventando nada:
"La desbordante imaginación de Atwood, arropada por un mordaz sentido del humor, da vida a una novela que, si bien gira en torno a un fenómeno tan actual como la progresiva extinción de la clase media, incide también en los entresijos de la pareja moderna, desvelando de forma inquietante su intimidad, sus crisis, sus demonios y fantasías. Una punzante obra de uno de los escritores más talentosos de la narrativa contemporánea"
Y ahora lo que NO me gustó de la novela: el final. No me gustó nada de nada. De  hecho, me decepcionó mucho; me parece que todo el mensaje del libro, toda la reflexión y la crítica, explotan en el montón de confeti y purpurina del "vivieron felices y comieron perdices". Toda la evolución de los personajes queda en nada con ese final, porque vuelven mágicamente al inicio, a la mediocridad de su sueño americano. Pero no solo es un final que odiara por Charmaine y Stan, sino también por el resto del elenco de personajes, porque ni siquiera tiene el menor sentido para ellos.
Por otra parte, cuando comienzan los líos amorosos no pude evitar pensar en 1984, de George Orwell, y esto no es algo positivo, ya que a mí esa historia no me gustó en absoluto (ya, ya sé que acabo de soltar un sacrilegio, pero es que soy más de Un mundo feliz, de Aldous Huxley, qué le voy a hacer).
En cualquier caso, creo que de todas las reflexiones que ofrece la novela, me quedo con ésta, de la página 207:
"Al repasar su vida, se ve tendido sobre la tierra como un gigante cubierto de hilos minúsculos que lo tienen inmovilizado. Hilos minúsculos de inquietudes insignificantes, preocupaciones pequeñas y miedos que se tomó en serio en un momento. Deudas, horarios, la necesidad de dinero, el anhelo de comodidades; la melodía pegadiza del sexo, repitiéndose una y otra vez como un bucle neuronal. Ha sido la marioneta de sus propios deseos reprimidos.
No debería haberse dejado enjaular allí, apartado de la libertad por un muro. Pero, ¿qué significa ya la libertad? ¿Y quién lo ha enjaulado, quién ha levantado ese muro? Lo ha hecho él solo. Con tantas decisiones pequeñas... La reducción de sí mismo a una serie de datos numéricos en manos de otros, controlados por otros. Tendría que haber abandonado las ciudades desintegradas, huido de la vida encorsetada e incómoda que llevaba. Tendría que haber salido de la red electrónica, haber tirado todas las contraseñas, haber deambulado por la tierra como un lobo famélico, aullándole a la luna."
Porque yo también me la he planteado muchas veces. Huir, desaparecer del mapa, vagar por la tierra, refugiarme de la vida en, yo qué sé, Tailandia... ¿A quién puede esa idea no tentarle? Aunque hay que reconocer que Charmaine tiene toda la razón cuando se muestra así de pragmática (página 302):
"Cuando pasas la mano por delante del dispensador de papel higiénico suena una melodía. Es el himno del Together; viene de alguna canción antigua que hablaba de no tener ni un céntimo y llevar ropa mugrienta y tener que seguir adelante, hombro con hombro, todo más o menos parecido a cuando Stan y ella vivían en el coche; pero en la canción nada de eso importa, porque los dos están juntos y entonan una canción. Una canción sobre estar juntos, para el restaurante llamado Together.
Esa canción miente. No tener dinero sí importa, y también tener que llevar ropa andrajosa. Y precisamente porque importa, Stan y ella se unieron al Proyecto."
En conclusión, tengo sentimientos encontrados con esta novela. Por una parte la recomiendo porque me encanta cómo escribe Margaret Atwood; me fascina su habilidad para tejer una historia ágil e interesante sin olvidar temas de actualidad. Aunque por otra parte está ese final... Sólo por ese final de comedia romántica cutre donde el amor todo lo puede quemaría este libro.

Puntuación dada en Goodreads: 💔💔💔/5